A las dos y media estaba aburrida, así
que llamé a Irene y estuve hablando con ella una hora entera, se me pasaba el
tiempo volando pegada al teléfono, luego las facturas hablaban por sí solas…
Me hice un sándwich para comer y me
puse a ver la tele hasta que Dani llegó a por mí. Cogí la maleta, el bolso, las
llaves, apagué todas las luces y bajé al portal. Mi sonrisa iba aumentando
conforme me acercaba a él, y cuando llegué a su lado miré para los dos lados
para comprobar que no había nadie y le di un pequeño beso en los labios.
-¿Preparada?
-¡Preparadísima! –Cogió mi maleta para
echarla al maletero y me monté en el coche. Puse la radio y me coloqué las
gafas de sol-. ¿Cuánto tiempo es de viaje?
-Bueno… Digamos que te da tiempo a
dormirte.
-¿Tanto? –Se rió y arrancó-.
-No te preocupes, que yo te hago mis
súper imitaciones y se te pasa muy corto.
-Uy… Qué subidito vas ¿no, Martínez?
-Cada uno presume de lo que puede.
-¿Y yo de que podría?
-Esta noche te lo digo. –Me guiñó un
ojo y solté una carcajada-.
-Qué imbécil eres…
-Sí, sí… Lo que tú digas. –Sonreí y me
puse a cantar lo que sonaba en ese momento en la radio-. Qué bien cantas, cari…
-¡Ay, cállate! –Se rió y me cogió la
mano para darme un beso en ella sin dejar de mirar a la carretera-. Dani…
-Dime.
-¿Me das una pista de mi regalo?
-¿De cual de los tres?
-¿¡Tres!?
-Claro. Venga, de cual. –Se rió y
empecé a jugar con las luces del coche-.
-Hm… Pues… Del tercero.
-Del tercero… Es muy pequeño.
-¿De qué color?
-Plateado. ¡Y ya no te doy más pistas,
que me lías!
-Jo… Vale. ¿Pero me los puedes dar
esta noche?
-Solo uno, los otros dos mañana. ¡Y
deja ya eso, que me pones nervioso! –Me reí y dejé de jugar con las luces del
coche. Me acomodé para dormirme y noté como Dani me hacía cosquillas en el
brazo-.
-¿Si me quedo dormida te vas a aburrir?
–dije ya con los ojos cerrados-.
-No te preocupes cariño, duérmete que
el viaje es largo. –Siguió con las cosquillas en mi brazo y sonreí para
quedarme dormida. Al rato me desperté y me estiré lo que pude dentro del
coche-.
-Hm… Hola… -me froté los ojos y
sonrió-.
-Me encanta eso que haces cuando te
despiertas.
-Mira este… ¡Si tú y yo nunca hemos
dormido juntos!
-No, es verdad. Ni nunca nos hemos
dado un beso, ni nada, ¿no?
-Qué va… -Me reí y me abracé a mí
misma-. Hace frío.
-Claro, es que vas en tirantes. Ahora
cuando pueda paro y te cojo una sudadera de atrás, y estiramos las piernas
¿quieres? –Asentí con la cabeza y me puse a mirar mi twitter-.
-Pff…
-¿Qué pasa?
-¿Qué? Nada. –Guardé el móvil en el
bolso y me senté bien-.
-¿Ya te están insultando, no? –Nos
miramos un momento a los ojos y encontró un sitio para parar-.
-Pero que no importa, no me afecta esa
gentuza.
-Sabes que sí te afecta, y por tanto
me afecta a mí también…
-Pero bueno, luego me encuentro las
menciones de mis ñoñas y me suben el ánimo, son un amor… -Sonreí y me bajé del
coche estirándome-.
-Sí que son majas. –Me dirigí al
maletero pero Dani me frenó-. Ey, quieta ahí Pedroche, que te conozco… Tú lo
que quieres es ver tu regalo. –Me reí encogiendo los hombros y me senté en la
parte delantera del capó del coche-.
-Cari, ¿te vale esto? –Me enseñó una
sudadera enorme y asentí con la cabeza riéndome-.
-Claro, me pondré tu saco… -Se acercó
riéndose y me ayudó a ponérmela. Cuando tenía la sudadera puesta me arregló el
pelo y me acarició la cara sacando el móvil-.
-¿Me dejas que te haga una foto?
-¿Una foto? ¿Para qué? No, no…
-Que sí, venga, que estás preciosa.
–Intenté quitarle el móvil riéndome y justo en ese momento me hizo la foto y se
lo guardó rápido en el bolsillo- ¡Dani!
-Calla, tonta. –Se acercó a mí y me
apoyó en el cristal del coche. Subí mis brazos a su cuello y sonreí al notar el
contacto de mis labios con los suyos. Me besó muy despacio inclinándose sobre
mí y cerré los ojos disfrutando de sus besos. Bajó a mi cuello muy lentamente
para más tarde volver a mi boca y besarme de nuevo de la forma más dulce que lo
había hecho nunca. Sonreí y me senté de nuevo en el capó dejándole hueco entre
mis piernas-.
-¿Y esto? –Me mordió flojo el labio y
sonrió-.
-Que te quiero. –Me abracé a su cuello
dejando un par de besos en él y le susurré al oído-.
-Yo sí que te quiero. –Sonrió y me dio
dos palmaditas en la espalda-.
-Venga, que si no vamos a llegar
mañana por la mañana.
Nos montamos de nuevo en el coche y
fuimos los tres cuartos de hora que quedaban de camino contando anécdotas del
programa y haciendo bromas, y al final sí, acabó haciéndome morir de risa con
sus imitaciones.
Llegamos por fin al sitio donde estaba
la casa, y al ser de noche daba un poco de miedo, la verdad. Estaba todo oscuro
y solo se oían algunos grillos y ramas crujir, pero por la mañana tenía que ser
precioso. También se oía el rumor del agua a lo lejos y sonreí al imaginarme
los cuatro días geniales que me quedaban allí con él.
Bajamos del coche y entramos a la
casa. Era una cabaña de madera preciosa. Tenía un salón pequeño y muy acogedor,
una cocina no mucho más grande, un baño y una habitación amplia con una cama
enorme.
La señora de la casa estaba dentro
esperándonos, Dani le pagó y nos dio un número de teléfono por si necesitábamos
algo.
-¡Cuánto tiempo sin verte por aquí,
Daniel! Esta vez traes compañía nueva.
-Pues sí, Rosa, ya hacía varios años
que no venía. Siempre es un gusto. Ella es Cris, mi novia. –La saludé con dos
besos y miré a Dani sin entender nada. Me hizo un gesto como diciendo “luego te
lo explico” y la señora sonrió-.
-Ay nene… Me alegro de que hayas
sentado la cabeza. –Dani se rió y me cogió la mano-.
-La verdad es que yo también… -Se
despidieron pero Rosa se giró diciendo algo que me descolocó-.
-Dani, hijo… Ten cuidado si vuelves a
salir ahí fuera, que yo soy muy desconfiada eh…
-Que sí, usted tranquila, que le tengo
dicho que ahí no hay nada malo. –Dani sonrió y la señora se fue-.
-¿Os conocíais? –Subí mis brazos a su
cuello y él puso sus manos en mi cintura-.
-Sí, he venido aquí muchas veces. –Me
solté de sus brazos y me senté en el sofá-.
-¿A qué se refería con salir fuera? ¿A
dónde?
-Eso te lo enseñaré mañana.
-A saber a cuantas chicas has traído
aquí…
-Eres la primera persona que traigo
aquí, y quiero que seas la última. Solía venir con mi familia cuando Nacho y yo
éramos críos, y un día haciendo el tonto descubrí un sitio que no conoce nadie,
o eso creo, es como mi sitio especial. Siempre venía cuando quería estar solo o
cuando tenía problemas, por eso nunca he traído a nadie.
-¿Y por qué me has traído a mí? –A
estas alturas mi cara ya estaba empapada de lágrimas. Dani se sentó en la mesa
de en frente del sofá y me cogió las manos-.
-Porque tengo claro que tú eres la definitiva.